Laicos Consagrados del Regnum Christi

La experiencia de un laico consagrado en una universidad del Regnum Christi

Llevo ya casi 15 años trabajando en la Universidad Finis Terrae, de ellos ,12 como rector; y podría decir que el logro más significativo de estos años es que hoy la comunidad Finis Terrae pueda presentarse sin reparos como una universidad católica. Ha sido un camino largo y maravilloso en que Dios me ha permitido caminar como testigo privilegiado por la senda de una comunidad que no se había cuestionado por su identidad y que empieza a descubrir que el sentido último de lo que hace es abrir los horizontes de la razón a la trascendencia.

Una universidad ya es, en sí misma, un espacio riquísimo de experiencias y conocimientos que hace florecer lo mejor de la humanidad en jóvenes y adultos que descubren el sentido de sus vidas y, a través de ellas, se sienten capaces de aportar positivamente a la sociedad. Lo que sucede todos los días en una universidad es la reafirmación constante del hecho de que los hombres estamos llamados a la plenitud de cada una de las dimensiones de nuestra persona. Y cuando se trata de una universidad católica, este anhelo se hace aún más llamativo, porque traspasa el conocer para entrar en el amar.

Cada año, impactamos en la vida de miles de jóvenes que a su vez impactarán en la vida de miles de otras personas a través de su desempeño profesional y su desenvolvimiento personal. Es estremecedor pensar en cuántas personas se benefician del trabajo bien hecho por una universidad y cuántos encuentran su fe o profundizan en ella gracias a la orientación católica de lo que se enseña, pero sobre todo del cómo se enseña.

El Regnum Christi tiene en sus universidades vastos campos de evangelización y, a través de ellas y sus miembros, de la sociedad.  Quizá es la manera más natural por la que la Iglesia puede llegar a tocar y transformar las nuevas realidades sociales, porque en la Universidad se pueda hablar de todo y a todos; ya que se cimenta sobre el diálogo y la búsqueda colectiva de la verdad.

Contemplar todas las vidas cambiadas y todos los proyectos en desarrollo no pueden si no generar una gran gratitud, porque Dios me ha dado a través de mi vocación, la oportunidad de contribuir significativamente a hacer de este mundo uno mejor, más humano y solidario. Cierto, ser rector es un trabajo, y como todo trabajo, es arduo y está lleno de situaciones difíciles que no pocas veces quitan la paz. Pero cuando el norte está puesto en la persona de Cristo que se encarna en cada alumno, en cada académico, en cada funcionario de la Universidad, todo ello tiene sentido y vale la pena.

En una época de tantas incertidumbres, el poder brindar un poco de luz a tantos, y la Luz a no pocos, es un grandísimo aporte que el Regnum Christi hace a la Iglesia y a la sociedad.  Cada alma que se acerca un poco más a Jesucristo es un tesoro que hace presente su Reino ya en este mundo.

En el mundo de la posverdad, las universidades católicas estamos llamadas a reivindicar la primacía de la verdad. Navegando con vientos contrarios interpelamos a todos quienes, aún hoy, sienten en su interior la original vocación al amor, a la plenitud, a la eternidad.

En mi condición de laico consagrado palpo todos los días cómo sí es posible orientar las realidades temporales hacia Dios, vocación a la que todo laico está llamado y, al mismo tiempo, de manera natural, dar testimonio de las realidades futuras.  Siento que el trabajo universitario en sus diversas manifestaciones es un campo muy adecuado para desarrollar en toda su riqueza nuestra vocación. En la universidad se amalgaman armoniosamente la vocación laical y la consagrada, una enriquece y potencia a la otra.

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